lunes, 24 de junio de 2013
martes, 4 de junio de 2013
TRADUCIR ES SUPONER

Muchas veces tenemos que mirar y releer mil veces un texto
para luego decir: «Aaaaaaaah, ESO era. Claaaro». Y quienes viven o trabajan con
vos se dan vuelta con la mirada extraña porque no entienden qué son esas
exclamaciones en voz alta. Como decimos aquí en Argentina, «te cae la ficha» y
de a poco te vuelve el alma al cuerpo (se despeja esa duda que te carcome el
interior), pero algo dentro tuyo sigue diciendo: «¿Estás seguro?». Vamos, que
seguramente te pasó varias veces.

Suponemos que hemos encontrado la mejor traducción para tal término,
pero luego nos damos cuenta (con suerte, a tiempo) de que había un equivalente
aun mejor. Suponemos que hemos hecho el mejor de nuestros trabajos, pero te
aseguro que si volvés a revisar el trabajo en unas semanas, te vas a dar cuenta
de que algo (alguito) se te escapó.
Cada vez que llega un texto a tus manos
para comenzar un proyecto, se abren muchas posibilidades, entre ellas, que el documento
sea fluido y comprensible (cosa que rara vez sucede) y no tengas que andar suponiendo
tanto o que tengamos que remar contra la corriente para entender qué habrá
querido decir el o la que escribió eso. Ni hablar de cuando trabajamos contrarreloj,
ni hablar de cuando traducimos textos demasiado técnicos, planillas con datos, softwares, etc., ni hablar de cuando no tenemos
nada de contexto con el que respaldarnos.
Para traducir, suponemos muchas cosas. Cuando tomamos decisiones en nuestro
trabajo, suponemos que estamos
haciendo lo correcto (al menos, esto es lo ideal).

Sin dudas, un buen lingüista que se precie de profesional
hará lo posible por suponer tal o cual cosa de la manera más sensata, con los
fundamentos que le parezcan más acertados. Esto no quiere decir que trabajemos
sin un piso sólido en el cual apoyarnos, sino que debemos tener mucho cuidado y
ser muy responsables con lo que suponemos. No son pocas las veces en las que
creemos entender lo que estamos leyendo y luego aparece un dato o un término
que nos enciende la alarma interior. ¡Hacele
caso a esa alarma! Por algo suena.
Por Aldana Michelino
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